viernes, 31 de mayo de 2013

DIVISIÓN DE OPINIONES



Esta vez tampoco nos pusimos de acuerdo, no llegó la sangre al río, en realidad, ni nos salpicó, ante todo somos pacifistas y respetuosas. Pero no hubo acuerdo, para algunas “La sonrisa etrusca” es una novela distraída y fácil de leer. Dos cualidades que se agradecen en cualquier narración pero que en este caso no las encuentro. El tal Salvatore ni me simpatiza ni me interesa. Por supuesto no es necesario que un personaje caiga en gracia para que la novela guste, pero es que esta sencillamente me aburre. En cuanto a la forma en que está escrita, no tengo nada que objetar contra la economía lingüística, adoro el lenguaje minimalista de Carver, y me transportan a lo sublime las frases entrecortadas o las oraciones de una sola palabra de “Pedro Páramo”, pero en “La sonrisa etrusca”,  a veces, tengo la sensación de estar leyendo un listado de telegramas. Y lo siento de verdad, porque Sampedro me cae muy bien. En una ocasión pude verle por la tele y me encantó como hablaba. Sus ideas me gustaron, eran claras, precisas y críticas con la sociedad actual. Debió ser una persona extraordinaria.  En fin, tiene muchas publicaciones,  lo intentaré con otro de sus libros.

domingo, 26 de mayo de 2013

MI ABUELO

     Ahí  está, ya ha llegado, como todas las semanas. Los sábados y domingos a las cuatro de la tarde se abren las puertas del Teatro para recibir al público y a él, por supuesto, ya tiene su sitio guardado junto al piano. Se apagan las luces y se enciende la pantalla de cine mudo, y él con su cháchara fluida empieza a contar la historia de la obra, todos están atentos a lo que él cuenta.

     Se escuchan risas, suspiros, exclamaciones. Al cabo de hora y media todos marchan felices y se despiden de él hasta la semana siguiente, diciéndole: "adiós Agustín", "hasta el sábado".

     Él sale muy contento al ver que todos le animan a que siga. Y yo, con un orgullo aún más grande que mi pequeño cuerpecito, digo muy dichosa agarrada de su mano "es mi abuelo".




martes, 21 de mayo de 2013

COGITO ERGO SUM: RENÉ DESCARTES Y JEAN-PAUL SARTRE




La locución latina «cogito ergo sum», que en castellano se traduce como «pienso, luego existo», siendo más precisa  la traducción literal del latín «pienso, entonces existo», es un planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650),   el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. Esta  idea aparece  tanto en sus Meditaciones Metafísicas como en el Discurso del Método.

La frase completa en su contexto es:
“Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: yo pienso, por lo tanto soy era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.” (Descartes, Discurso del Método)

Descartes llega a esta conclusión después de dudar de todo lo que existe:
“He advertido hace algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar de nuevo desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias…(…)…Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez…(…)…de todas las opiniones a las que había dado crédito en otro tiempo como verdaderas, no hay una sola de la que no pueda dudar ahora.
(Descartes, Meditación primera)

Duda de la existencia misma (duda metódica), duda hasta de los  dogmas pero llega a un punto indubitable: aquel en el cual reconoce que su pensamiento sale de un punto llamado yo,  y sea lo que sea ese yo es indiscutible que existe. Se desprende de todas sus convicciones hasta quedarse con una sola, la cual no consigue cuestionar: la de su propia existencia, en la medida en que verdaderos o falsos,  sus pensamientos se están produciendo y, por tanto, debe existir alguien que los produzca.
Y si existe algo que es el yo, entonces también puede existir la realidad de la cual el yo es un subconjunto y ciertamente  lo real que hace concreto al yo. Esa es la base de la objetividad de la existencia.

Tal descubrimiento cartesiano sirve de  piedra de toque para que la filosofía e incluso el pensamiento científico tengan cimentación racional y no metafísica.
El "yo pienso entonces (yo) existo"  ha resultado básico para el desarrollo del pensar racional a partir del s. XVII. Será el pilar a partir del cual comenzará la “reconstrucción” del conocimiento.

JEAN-PAUL SARTRE: EL PUNTO DE PARTIDA DEL EXISTENCIALISMO ES LA SUBJETIVAD DEL INDIVIDUO.
“En el punto de partida no puede haber otra verdad que ésta: pienso, luego soy; ésta es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma. Toda teoría que toma al hombre fuera de ese momento en que se capta a sí mismo es ante todo una teoría que suprime la verdad, pues, fuera de este cogito cartesiano, todos los objetos son solamente probables, y una doctrina de probabilidades que no está suspendida de una verdad se hunde en la nada; para definir lo probable hay que poseer lo verdadero. Luego para que haya una verdad cualquiera se necesita una verdad absoluta; y ésta es simple, fácil de alcanzar, está a la mano de todo el mundo; consiste en captarse sin intermediario.

……Pero la subjetividad que alcanzamos a título de verdad no es una subjetividad rigurosamente individual porque en el cogito uno no se descubría solamente a sí mismo, sino también a los otros. Por el yo pienso, contrariamente a la filosofía de Descartes, y a la de Kant, nos captamos a nosotros mismos frente al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos. Así, el hombre que se capta directamente por el cogito, descubre también a todos los otros y los descubre como la condición de su existencia.

Se da cuenta de que no puede ser nada (en el sentido que se dice que es espiritual, o que se es malo, o que se es celoso), salvo que los otros lo reconozcan por tal.
Para obtener una verdad cualquiera sobre mí, es necesario que pase por otro. El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo. En estas condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo el otro, como una libertad colocada frente a mí, que no piensa y que no quiere sino por o contra mí. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los otros.

….Nosotros inventamos los valores, esto significa que: la vida, a priori, no tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra cosa que este sentido que ustedes eligen.”
(Sartre, el existencialismo es un humanismo)

domingo, 19 de mayo de 2013

LA ANGUSTIA, EL DESAMPARO Y LA DESESPERACIÓN DEL SER



EXISTENCIALISMO

El existencialismo es una corriente filosófica. Tiene sus antecedentes en el siglo XIX en el pensamiento de  Kierkegaard y Friedrich Nietzsche. También, aunque menos directamente, en el pesimismo de Arthur Schopenhauer, así como en las novelas de Fiódor Dostoyevski.
En el siglo XX, entre los filósofos más representativos del existencialismo se encuentran Martin Heidegger, Karl Jaspers, Miguel de Unamuno, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus.
Sin embargo el existencialismo cobra fuerza en el siglo XX y particularmente tras las terribles experiencias que vivió la humanidad durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Los pensadores se preguntan ¿qué sentido tiene la vida?", "¿para o por qué existe el ser?", o "¿existe la libertad total?"
Hay dos clases de existencialismo:
1-      El existencialismo ateo  representado por  Heidegger  y  los existencialistas franceses entre ellos Sartre.
2-      El existencialismo cristiano representado por Kierkegaard, Jaspers y Gabriel Marcel. 


EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO (1946)
 
Es una transcripción taquigráfica de una conferencia del  escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre, que se considera el manifiesto del existencialismo. 

Concepto:
Entendemos por existencialismo una doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implica un medio y una subjetividad humana”

Intentaré resumir las ideas fundamentales:

“La existencia  precede a la esencia” veámoslo con un ejemplo:
Si un artesano quiere fabricar un reloj, tiene que saber qué es un reloj, para qué sirve y cómo se hace,  es decir, parte de un concepto y una técnica. Por lo tanto el conjunto de cualidades y técnicas que permite definirlo y fabricarlo (la esencia) precede a la existencia.  Si concebimos un Dios creador, este se asimila al artesano. Cuando Dios crea, sabe con precisión lo que crea, produce al hombre siguiendo unas técnicas y una concepción.  El hombre, al ser creado de esta forma, es poseedor de una naturaleza humana, esta se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal, el hombre.

El existencialismo ateo dice: que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre.

Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre no es otra cosa que lo que él se hace.

El hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir.

Con nuestros actos creamos a la persona que queremos ser, pero al  mismo tiempo estamos creando una imagen de la persona tal como consideramos que debe ser. Cuando elegimos algo estamos afirmando el valor de lo elegido  y siempre vamos a elegir el bien y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para los demás.

Al modelar nuestra imagen, nuestra responsabilidad es grande porque compromete a la humanidad entera. Por ejemplo: si elijo ser cristiano, estoy diciendo que la resignación es lo que conviene, que el reino del hombre no está en la tierra. Si elijo casarme el mensaje que doy es la monogamia. ..
Por lo tanto el  hombre es responsable de lo que es y eligiendo se hace a sí mismo. Pero no solo es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres.

La angustia, el desamparo y la desesperación existencialista:

Angustia: porque cuando comprende que elegir para sí es elegir para la humanidad, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad. Deberíamos preguntarnos antes de actuar ¿qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?

Desamparo: porque Dios no existe, y por tanto no hay frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. No hay justificaciones o excusas para nuestros actos. No hay una naturaleza humana dada y fija, es decir, no hay determinismo. El hombre es libre y por tanto responsable de todo lo que hace.

Pero con esto, Sartre, no trata de hacer culpable al hombre de todo lo malo que hay, lo que pretende es que el hombre sea capaz de cambiar la situación en la que vive cuando esta es dañina, es decir, que tenga el valor de tomar las riendas de su vida y crear un mundo mejor.
El desamparo implica que elegimos nosotros mismos nuestro ser.

Desesperación: porque nos limitaremos a contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción. Si tengo que llegar a una ciudad, un día y una hora determinada, puede ocurrir que el tren descarrile, que haya una huelga…son circunstancias que escapan a mi control y ningún Dios, ningún designio puede adaptar el mundo y sus posibilidades a mi voluntad.

Si deseo algo solo sé que haré todo lo que esté en mi poder para que llegue. El quietismo es la actitud de la gente que dice: los demás pueden hacer lo que yo no puedo.

El existencialismo dice: solo hay realidad en la acción. El hombre no es nada más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida.

El existencialismo horroriza a algunas personas porque no les sirve para soportar su miseria y poder pensar: las circunstancias han estado contra mí, yo valía mucho más de lo que he sido.
Si en una novela existencialista se describe seres flojos, débiles, cobardes y malos, no son estas cualidades lo que asusta. Si como Zola, se dijera que son así por herencia, por la sociedad, por un determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y diría: bueno somos así, y nadie puede hacer nada.
Pero el existencialista, cuando describe a un cobarde, dice que el cobarde es responsable de su cobardía. Porque él a través de sus propios actos se ha convertido en cobarde. Y esto es lo que horroriza, porque la gente quiere que se nazca cobarde o héroe para no tener la responsabilidad de que el cobarde, si él quiere, se pueda convertir en héroe.