martes, 21 de mayo de 2013

COGITO ERGO SUM: RENÉ DESCARTES Y JEAN-PAUL SARTRE




La locución latina «cogito ergo sum», que en castellano se traduce como «pienso, luego existo», siendo más precisa  la traducción literal del latín «pienso, entonces existo», es un planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650),   el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. Esta  idea aparece  tanto en sus Meditaciones Metafísicas como en el Discurso del Método.

La frase completa en su contexto es:
“Pero en seguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: yo pienso, por lo tanto soy era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.” (Descartes, Discurso del Método)

Descartes llega a esta conclusión después de dudar de todo lo que existe:
“He advertido hace algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar de nuevo desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias…(…)…Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez…(…)…de todas las opiniones a las que había dado crédito en otro tiempo como verdaderas, no hay una sola de la que no pueda dudar ahora.
(Descartes, Meditación primera)

Duda de la existencia misma (duda metódica), duda hasta de los  dogmas pero llega a un punto indubitable: aquel en el cual reconoce que su pensamiento sale de un punto llamado yo,  y sea lo que sea ese yo es indiscutible que existe. Se desprende de todas sus convicciones hasta quedarse con una sola, la cual no consigue cuestionar: la de su propia existencia, en la medida en que verdaderos o falsos,  sus pensamientos se están produciendo y, por tanto, debe existir alguien que los produzca.
Y si existe algo que es el yo, entonces también puede existir la realidad de la cual el yo es un subconjunto y ciertamente  lo real que hace concreto al yo. Esa es la base de la objetividad de la existencia.

Tal descubrimiento cartesiano sirve de  piedra de toque para que la filosofía e incluso el pensamiento científico tengan cimentación racional y no metafísica.
El "yo pienso entonces (yo) existo"  ha resultado básico para el desarrollo del pensar racional a partir del s. XVII. Será el pilar a partir del cual comenzará la “reconstrucción” del conocimiento.

JEAN-PAUL SARTRE: EL PUNTO DE PARTIDA DEL EXISTENCIALISMO ES LA SUBJETIVAD DEL INDIVIDUO.
“En el punto de partida no puede haber otra verdad que ésta: pienso, luego soy; ésta es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma. Toda teoría que toma al hombre fuera de ese momento en que se capta a sí mismo es ante todo una teoría que suprime la verdad, pues, fuera de este cogito cartesiano, todos los objetos son solamente probables, y una doctrina de probabilidades que no está suspendida de una verdad se hunde en la nada; para definir lo probable hay que poseer lo verdadero. Luego para que haya una verdad cualquiera se necesita una verdad absoluta; y ésta es simple, fácil de alcanzar, está a la mano de todo el mundo; consiste en captarse sin intermediario.

……Pero la subjetividad que alcanzamos a título de verdad no es una subjetividad rigurosamente individual porque en el cogito uno no se descubría solamente a sí mismo, sino también a los otros. Por el yo pienso, contrariamente a la filosofía de Descartes, y a la de Kant, nos captamos a nosotros mismos frente al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos. Así, el hombre que se capta directamente por el cogito, descubre también a todos los otros y los descubre como la condición de su existencia.

Se da cuenta de que no puede ser nada (en el sentido que se dice que es espiritual, o que se es malo, o que se es celoso), salvo que los otros lo reconozcan por tal.
Para obtener una verdad cualquiera sobre mí, es necesario que pase por otro. El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo. En estas condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo el otro, como una libertad colocada frente a mí, que no piensa y que no quiere sino por o contra mí. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los otros.

….Nosotros inventamos los valores, esto significa que: la vida, a priori, no tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra cosa que este sentido que ustedes eligen.”
(Sartre, el existencialismo es un humanismo)

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