LA AVANZADILLA: TERTULIA LITERARIA
...para los amantes de las vocales y las consonantes.Espacio de encuentro no solo para los apasionados de la literatura, también para los indiferentes, los desenamorados, los buscadores, los solitarios, los alegres….para todo el que sin querer o queriendo se deje caer por este bulevar de palabras. Eduardi, Francine, Mercedes, Isabel,Silvia y Juana os dan la bienvenida.
Etiquetas
- cuentos privados. (7)
- escritores (1)
- filosofía (2)
- opiniones (1)
- versos y poetas (3)
- vídeos (3)
viernes, 25 de diciembre de 2015
miércoles, 25 de noviembre de 2015
viernes, 6 de septiembre de 2013
POEMAS DE LA SEPARACIÓN
UNA RAMA DE CIRUELO
el aroma de los lotos rojos
se desvanece
verde alfombra de otoño
me desabrocho el fino vestido de seda.
sola
subo a la pequeña barca
¿quién me enviará entre las nubes
preciosos mensajes de amor?
quizá, volando de regreso,
las ocas salvajes
dibujen palabras en el cielo.
la claridad de la luna envuelve
al Pabellón del Oeste
las flores marchitan
pero las aguas fluyen como siempre
igual que nuestro amor
dos lugares distintos:
una misma tristeza
que quisiera detener pero no puedo
lágrimas que desde mis ojos caen
desde mi corazón ascienden.
La poeta Li Qingzhao, perteneciente a la dinastía Song (siglo XI)
el aroma de los lotos rojos
se desvanece
verde alfombra de otoño
me desabrocho el fino vestido de seda.
sola
subo a la pequeña barca
¿quién me enviará entre las nubes
preciosos mensajes de amor?
quizá, volando de regreso,
las ocas salvajes
dibujen palabras en el cielo.
la claridad de la luna envuelve
al Pabellón del Oeste
las flores marchitan
pero las aguas fluyen como siempre
igual que nuestro amor
dos lugares distintos:
una misma tristeza
que quisiera detener pero no puedo
lágrimas que desde mis ojos caen
desde mi corazón ascienden.
La poeta Li Qingzhao, perteneciente a la dinastía Song (siglo XI)
domingo, 7 de julio de 2013
En verano
Aquella noche
de julio, en el verano de 1962, fue una de las más calurosas del año.
La
madrugada se hacía eterna por la imposibilidad de conciliar el sueño. Algunos transeúntes de
regreso a sus viviendas, caminaban lentamente, como sin ganas.
En la
estrecha calle del pueblo, sus vecinos buscaban inútilmente un poco de aire
fresco, sentados en los balcones con las persianas levantadas hasta lo más
alto. Se oían murmullos de conversaciones. El llanto del niño chico de Antoñita
se hacía notar en el activo silencio de la noche, entre los bostezos de los
adultos y el canto de los grillos.
Poco a poco
las luces de las habitaciones se fueron apagando dejando la calle en una semi
penumbra, con el alumbrado escaso de las bombillas callejeras situadas sólo en
las esquinas.
Manuel se
levantó de la silla del balcón para dirigirse a la alcoba, al día siguiente
tendría que madrugar para ver como maduraban las uvas y quería hacerlo
temprano. Aunque el calor no lo dejase
dormir, al menos podría estirar las piernas –pensó.
Pura se
quedó un rato más, lo mismo le daba abanicarse allí que en el lecho y estaba
segura de que aquella noche partiría el abanico con tanto movimiento.
A los pocos
minutos empezó a sentirse la fuerte
respiración de Manuel, primero
suavemente y luego con toda la potencia de que eran capaces sus pulmones. En
las casas contiguas, los vecinos se removían en sus camas; al sudor pegajoso de los cuerpos
se unía ahora el penetrante y escandaloso sonido de cada noche: los ronquidos de Manuel.
Desde los
otros balcones comenzaron los intentos para callarlo, espoleándolo con sonidos bucales, muy efectivos en algunas
personas pero inútiles si se trataba de él..
Un grito
estentóreo sonó en el silencio nocturno:
“¡Manueeé, coño, despiértate un ratito a ver si podemos dormir los demás!.
La que se
oyó, hasta en la plaza, fue la fuerte carcajada de Pura.
martes, 18 de junio de 2013
EN LA NADA
Dibujo de Marian
De Marian, solo sé que tenía en sus
manos el mundo de Sofía, al menos, eso me dijo unos minutos antes de que empezáramos
a escribir este pequeño cuento. Intercalamos frases, encajamos palabras la una
en el pensamiento de la otra.
De Marian, solo sé que cuando se aburre
le pone colores al otoño y que guarda trocitos de primaveras entre las hojas de los libros.
De Marian, solo sé que vive muy
lejos, y que desde esa distancia, entre las dos, hicimos este cuento.
EN LA NADA
Sin pensar, aquí estoy, en este
lugar, sin saber porque he venido, me pregunto ¿Qué hago aquí? Extraña pregunta.
No estoy en ningún lugar. Digamos que me
encuentro atrapa en una nada. Estoy en la nada sin saber que es la nada, la
nada es nada. Aquí estoy, no veo nada, ¿será esto la nada?...
Y sin embargo estoy segura de haber
llegado, no sé a dónde pero me gusta, porque ahora no quiero seguir caminando,
quiero quedarme aquí, aun sabiendo que no hay nada.
¡Y ahora que hacer en la nada!
Me entraré en mi nada y la tocaré
con mis manos temerosas, indecisas. Me olvidaré por un instante de mi almacenada
historia, me voy a permitir volver a
nacer ¡libre! sacar el yo que nunca tuve.
Caminaré deshaciendo, recuperando lo
que nunca fui. La nada será mi forma. Surgiré de la nada. De ella naceré.
Observaré al nuevo ser. Miraré como
camina, como habla ¿lo hará igual que yo, parecerá mi voz? quizás nadie lo
note, quizás todo parezca igual, pero sé que no, que ese nuevo ser, no soy yo,
sí, sí soy yo, estoy debajo de lo que parece, de lo aparente.
He de olvidarme del otro yo, la nada
me ha dado esta oportunidad, ya no existe el pasado. Parto de cero.
Me arrojo a la nada ¿Me proyecto al
mundo? ¿Soy mi pasado y a la vez soy nada porque todas las posibilidades se
abren ante mí?
Se abren ante mí, sí, estoy en
presente, esta es la nada. Intentaré que todo sea la primera vez.
Marian y Juana.
domingo, 9 de junio de 2013
EL VESTIDO ROJO
El día que
mi madre dijo que me había traído la
tela para un vestido se mascó la tragedia en mi casa.
Con doce
años a cualquier niña le hace ilusión estrenar ropa y sobre todo, cuando ésta
era escasa, como pasaba en mi infancia.
Al volver
del colegio vi un enorme paquete sobre la mesa del comedor y mi madre dijo que
me había comprado un vestido. Mi alegría fue enorme. Entre las telas para
sábanas y delantales había una roja, de un rojo brillante.
-Mamá, ¿cuál es para mí? -pregunté
ilusionada.
-El rojo, dijo mi madre.
¡Rojo!. ¡Dios mío, rojo!.
-Mamá, ¿cómo me lo has traído rojo?
¡yo no puedo vestirme de rojo!.
-Esta niña siempre igual, no
agradece nunca lo que se le trae, no se da cuenta de los sacrificios que
hacemos por ella.
No contesté.
¡Rojo!. Mi
madre no se entera ni quiere enterarse, de lo que se van a reír mis amigas al verme
vestida de rojo. La ropa nueva siempre es para los domingos y tendré que pasar el
invierno disfrazada de rojo. No podré
salir a la calle, ¡imposible! ¡Por Dios, si es rojo!.
Loles es
una niña tímida, con muchos complejos porque está rellenita, las amigas la
soportan pero no tiene ninguna especial, más íntima, como lo son Luisita y Rosa.
Siempre busca agradarlas para ser aceptada y pertenecer al grupo. Rosa, la
desprecia, se burla de ella, y las demás se ríen con las puyas que Rosa le
lanza. A veces la dejan sola o no
aparecen cuando han quedado para ir a la Alameda. Loles se enfada pero no lo demuestra, ¿para qué?, si
lo hace les dará un motivo para no venir a buscarla nunca más; entonces se
quedaría sin amigas y su madre le echaría la culpa: “es que eres muy rara y
todas las niñas se van de tu lado”.
A Loles no
le gusta llamar la atención, prefiere esconderse y pasar desapercibida. Se
siente a gusto sola, leyendo los tebeos y cuentos que su padre le trae. En casa
la animan a salir con las amigas del colegio, con las niñas vecinas de la calle
y con las hijas de las familias conocidas, pero Loles no sabe tratar con ellas.
Es callada y torpe. Tampoco le gusta a las maestras de la escuela que
aprovechan cualquier ocasión para sacarle los colores.
Donde Loles
se siente realmente a gusto es en casa de la tía Rita. El patio trasero de la
casa es el escenario donde la niña se desinhibe cantando y jugando a ser
actriz.
-“Mañana le
llevaremos la tela a Paquita para que puedas estrenarlo el día de los Santos,
con la chaquetita azul del uniforme”.
Creí que me
moría, esto va en serio, no han servido de nada mis llantos por todos los
rincones de la casa, ni mis silencios, ni mi cara larga y enfurruñada. Mañana
es el día.
Un fuerte
olor a quemado despertó a mis padres aquella noche y el alboroto que armaron
nos levantó de la cama a todos los niños. Del saloncito salía un humo negro y denso que hacía toser a los
pequeños. Mi padre cogió el jarro del agua y la echó sobre lo que producía el
humo y rápidamente lo arrojó al patio.
Mi padre
gritó furioso: ¿Quién ha dejado la vela encendida sobre esta tela roja?.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)